Hay momentos, fugaces, en los que se puede ver claramente dónde está el poder. Es como un eclipse invertido: por un instante hay algo que, en vez de ocultarse, queda a la vista
(Horacio Eichelbaum: AUTOR)
Es como un eclipse, pero al revés: durante un instante, hay algo que surge a la vista, en vez de quedar oculto. Conviene estar atentos para apreciar el extraño espectáculo. Porque, también a diferencia de los eclipses, nadie habla del fenómeno: se trata del momento en que queda visible dónde está el poder.
La crisis se ha hecho brutal. Una vez más –ya es una costumbre suya- Zapatero tendrá que hacer todo lo contrario de lo que venía anunciando. Porque las cuentas no salen: la deuda de España se incrementa y se encarece, este año será el único país de Europa en estado de recesión, el paro sigue aumentando y la recuperación no se deja ver.
La oposición sigue congelada, evitando definir sus propuestas y confiando en que su indefinición le permita rentabilizar todas las desgracias del PSOE. El riesgo que corre el PP están en su propia filosofía de “mientras peor, mejor”: ‘mientras peor vaya España, más votos ganaremos; mientras peor vaya el PSOE, mejor estaremos nosotros’. El problema está en que la desgracia ‘ajena’ es, en este caso, la de todos los españoles.
Zapatero ha tenido que ceder y de repente (todo es relativo: siempre con su estilo tan personal de titubeos, marchas y contramarchas, anuncios y desmentidas) aumenta la edad de la jubilación, anuncia que las futuras pensiones bajarán (porque promediarán los últimos 25 años trabajados y no 15, como ahora), y, sobre todo, propone un gran esfuerzo de austeridad para ahorrar 50.000 millones de euros.
Sí, está claro: todo lo contrario de lo prometido. Pero para insistir en eso ya están los medios dedicados a machacar al PSOE sistemáticamente (más los que defienden al PSOE pero en ocasiones se lanzan a la yugular de Zapatero).
Si queremos ver dónde está el poder, observemos quienes son los protagonistas de las presiones que terminaron por lograr que Zapatero, no es que se bajara del caballo, sino que quedara descabalgado de una lanzada y en desairada posición patas arriba.
Las presiones vienen de las agencias que miden el riesgo financiero, que han bajado el nivel de fiabilidad de España; de una cantidad de analistas ‘prestigiosos’ de las publicaciones financieras; de las bolsas, que a veces ‘caen’ sin explicación racional, dada su ambigua posición a medio camino entre termómetro de la rentabilidad empresarial y bono loto; y, por último, englobando todas esas categorías y resumiéndolas, ‘el mercado’.
Bueno, ahí está el poder real. ‘El mercado’, los grandes capitales especuladores, las multinacionales, los gobiernos que están respaldados por todo ese tinglado y que, a su vez, lo respaldan con su fuerza policial y militar.
Los gobiernos nacionales están subordinados a esa gigantesca trama. Cuando traspasan ciertos límites, hay muchos mecanismos para obligarles a respetarlos. Y no es que Zapatero sea un gran revolucionario, capaz de enfrentarse a esos superpoderes: es que llegó con un doble mensaje y uno de los dos mensajes proclamaba “la defensa de lo social” y le daba su base de votos. El otro mensaje buscaba hacerse perdonar y aceptar por los superpoderes. Hay un ejemplo paradigmático de esa doblez y de su ‘funcionamiento’ como presunto líder: salir de Irak a tambor batiente y enviar más tropas a Afganistán. El caso es que ahora el rey del doble mensaje ha tenido que romper en trocitos uno de los dos mensajes, y comérselos velozmente.
No le ha ocurrido a él solo: Grecia, Irlanda, Portugal -y hasta Italia- están en la picota. Y la propia Europa ha sido menospreciada por el superpoder mundial, ahora que la glotonería de haberse embuchado a 27 países le está pasando factura. Tan mal están las cosas que se ha retrocedido a los tiempos del eje París-Berlín, una vieja locomotora que por el momento ha dejado al AVE en el desván.
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