jueves, 1 de julio de 2010

SENTIR

Comparemos estas expresiones: "tener vista", "tener oído", "tener olfato", "tener gusto", "tener tacto" y "tener un sexto sentido". De ellas, tener oído, tener gusto y tener vista son las que al convertirse en metáfora mantienen un significado más afín al que corresponde a cada sentido. Los que dan un salto más audaz son tener tacto y tener olfato; sobre todo este último, porque mientras los demás sentidos los tenemos en un buen nivel de actividad, el del olfato lo tenemos verdaderamente atrofiado. Tal como podemos orientarnos razonablemente por la vista, el oído y el tacto, mal lo tendríamos si tuviésemos que organizarnos la vida, y en especial la de relación, guiándonos por el olfato. Y a pesar de eso, la lengua ha cargado sobre el olfato la más fina percepción en cuanto al conocimiento de las personas se refiere, y sobre el tacto en lo que respecta al trato. De ahí que me sienta inclinado a partir del prejuicio de que en latín (y también en griego) el sentido por excelencia es el olfato, de manera que el significado primitivo de "sentir" tuvo que ser "oler". Porque lo realmente improbable es que primero se formase el genérico "sentir", y luego los específicos de cada sentido. Es más razonable pensar que el verbo genérico de todos los sentidos correspondió a un sentido específico, precisamente al más sensitivo de todos y el más genuino; y a juzgar por el rastro que ha dejado, éste pudo ser muy bien el olfato. Incluso el hecho de que se haya desviado en varias lenguas románicas hacia el significado de oír, nos habla bien a las claras de su inestabilidad. Pero por otra parte, el hecho de que haya pasado a denominar las sensaciones y sentimientos más "espirituales" (spíritus, spirare), más intangibles, hace pensar que sentir haya sido en un principio oler.

Sentio, sentire, sensi, sensum tiene en latín los mismos significados que el "sentir" del español, pero con una fuerte tendencia a lo que son los sentimientos profundos tanto de la inteligencia como del corazón. Quizá nos sirva recorrer el campo léxico para comprobar qué tenemos en la raíz sent. Tenemos por una parte la palabra sentina, que en última instancia significa "lugar maloliente", y por otra sentis, que es el nombre de la cambronera, una especie de zarza que se caracteriza por su aroma. Aparte de esto nos queda la sententia, que en rigor es aquello en que coincide todo el mundo, lo que todos "sienten" igual. Tenemos por otra parte los verbos olere (despedir olor), odorare (oler, despedir olor) y odorari (oler, percibir el olor). Pero resultan sospechosos en un aspecto, y es que su significado de origen es "despedir olor". El significado de "percibir el olor" se obtiene mediante una modificación puramente gramatical del verbo que significa "despedir olor". No es lo propio, porque realidades tan profundamente distintas como comer y ser comido, ver y ser visto, oler y ser olido, no pueden ir en un mismo lexema más que cuando se ha entrado ya en el total artificio gramatical. La voz pasiva es una ficción casi exclusiva para gramáticos; por eso no son fiables las variaciones radicales de significado basadas únicamente en sutiles variaciones morfológicas. Mi impresión es que el sentido del olfato se quedó sin verbo cuando el suyo, que era "sentir", se tomó de prestado para aplicárselo a todos los sentidos.

Mariano Arnal

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