sábado, 12 de abril de 2008

¡¿+ 70!?

malaga 1937 8 febrero ¡¿+ 70!?

A principios de 1937, la línea del frente estaba localizada en un punto situado en la costa a treinta kilómetros de Gibraltar, se dirigía hacia el interior en la dirección de Ronda y después seguía las montañas hasta llegar a Granada. Así pues, toda esta banda costera, de 30 kilómetros de profundidad y con Málaga situada en el centro, estaba en poder de los republicanos. Málaga había sido bombardeada constantemente, y los trabajadores habían destruido el cuartel de Caletas, de manera que la ciudad presentaba un aspecto desolador. El 17 de enero, los nacionalistas lanzaron una ofensiva contra bajo el mando de Queipo de Llano, aunque era en realidad el coronel duque de Sevilla el que dirigía realmente al ejército del Sur sobre el terreno. El primer ataque tuvo lugar en la zona situada más al oeste del territorio republicano, incluida Marbella; después, las tropas de la guarnición de Granada, bajo las órdenes del coronel Muñoz, ocuparon la localidad de Alhama y los territorios circundantes, situados al norte de Málaga. Estas dos acciones preliminares fueron llevadas a cabo casi sin encontrar resistencia.

Una vez iniciados los ataques numerosos refugiados empezaron a llegar a la ciudad. Las autoridades locales de Málaga pensaban que estas acciones no eran el preludio de un ataque más generalizado, por lo que Valencia no envió refuerzos. Por otra parte, como la única vía de acceso que estaba disponible para llegar hasta Málaga estaba cortada por una inundación en Motril, hubiera sido imposible llevar artillería. Largo Caballero estaba valorando la idea de iniciar un ataque contra la ruta de Madrid a Valencia. Una semana pasó sin más novedad, pero al norte de Málaga se concentraban las tropas de los Camisas Negras del general Roatta, apoyadas por carros y vehículos blindados. Estas tropas italianas vestían sus uniformes italianos y no los de la Legión extranjera, como hicieron los aviadores italianos en los meses de julio y agosto de 1936. Los italianos estaban bajo un mando autónomo, e incluso habían propuesto que este ataque contra Málaga fuera un preludio de un avance contra Valencia, combinándolo con un desembarque.

Las tropas republicanas de Málaga estaban puestas bajo el mando del general Villalba, que había llegado hacía poco procedente de Cataluña. Estas tropas estaban compuestas de 40000 hombres, en gran parte anduluces y todos milicianos, puesto que las reformas dictadas por Asensio en lo referente a la composición del Ejército no habían sido aplicadas aún en esta región.

El 3 de febrero se inició el avance. Tres batallones bajo el mando del duque de Sevilla partieron desde el sector de Ronda encontrándose con una fuerte resistencia. Los Camisas Negras se pusieron en marcha la noche del día 4. En Málaga, este avance provocó rápidamente el pánico entre la población, por una parte debido a la aparición de los carros de combate italianos y por otra el miedo a quedar aislados del resto de la zona gubernamental.. Villalba fue incapaz de inspirar a sus hombre el valor necesario y además su temperamento de oficial clásico inspiraba poca confianza entre la población civil para que lucharan hasta la muerte, como había sido el caso de Madrid. Debido a todo esto, desde que el frente fue roto el día 4 por parte del duque de Sevilla, el avance nacionalista fue casi ininterrumpido. El día 6 los italianos alcanzaron las alturas de Ventas de Zafarraya, que dominan la ruta de Almería. Málaga sufría bombardeos casi sin descanso. En estas condiciones, Villalba ordenó la evacuación general, pues consideraba que la ciudad estaba perdida. Las tropas italianas no cortaron la ruta de retirada de la ciudad para evitar las luchas encarnizadas que tienen lugar inevitablemente cuando una ciudad queda sitiada. Toda esa jornada y la siguiente, las autoridades republicanas, los jefes políticos y sindicalistas y en general todos aquellos que temían por su vida si caían en manos nacionalistas se dieron a la fuga por la costa; los que tuvieron más suerte escaparon en vehículos, la mayoría lo hizo a pie.

El Canarias, el Velasco y el Baleares bombardeaban la ciudad, mientras que el acorazado alemán Graf Spee no se hallaba muy lejos. En la tarde del 7 de febrero, los italianos alcanzaron los suburbios de Málaga. El día siguiente, junto a las tropas del duque de Sevilla, las tropas italianas entraron en la ciudad en ruinas, donde reinaba la desolación.

La represión que siguió a la ocupación de Málaga fue una de las más violentas que se llevaron a cabo además de la de Badajoz. De los millares de simpatizantes republicanos que quedaron en Málaga, los que no fueron fusilados fueron a parar a la prisión. Un testigo apunta la cifra de 4000 muertos en la semana que siguió a la ocupación de la ciudad, pero como ocurre habitualmente en estas situaciones se ha de considerar excesivo. Lo que si que es cierto es que un primer grupo de personas fue ejecutado en la plaza sin juicio previo, y que un segundo lo fue igualmente después de un somero consejo de guerra. Arthur Koestler, entonces corresponsal del News Chronicle, fue el único reportero republicano que no dejó la ciudad; fue encarcelado en Sevilla donde permaneció muchos meses en espera de ejecución.

Los tanques nacionalistas con el apoyo de la aviación dieron caza a la gente que huía por la ruta de Almería, pero dejaron marchar a las mujeres para agravar las dificultades de abastecimiento de la zona republicana. Mataban a los hombres, frecuentemente ante los miembros de su propia familia. De entre los que pudieron escapar, muchos murieron de hambre y agotamiento.

Esta es, en resumen, la gloriosa batalla de Málaga. La flota republicana hubiese podido intervenir si dos barcos italianos camuflados como el Baleares y el Canarias no les hubieran dificultado el descubrir dónde se desarrollaban los combates. Igualmente, la XIII Brigada Internacional, que se encontraba entonces en Murcia, hubiera podido ir en auxilio de la ciudad si los comunistas no hubiesen tenido miedo de que los anarquistas aprovecharan la ocasión para apoderarse de Valencia



Para muchos comentaristas y, lo que es más grave, para algunos historiadores, la operación sobre Málaga fue un ensayo general de guerra relámpago en cargo del ejército italiano en España. Esta flagrante exageración queda reducida a su justa dimensión por el relato de unos italianos contemporáneos. Los cronistas Bollati y del Bono narran así la campaña de Málaga:

"La importancia de la conquista de Málaga era innegable desde el punto de vista político y moral, pero no lo era menos desde el militar, tanto respecto a la situación de las tropas de tierra del sector costero y de los sectores de Granada y Córdoba, como a la situación en el mar, dado que el puerto servía de base de apoyo, junto con Cartagena y Almería, a la flota roja.

Tropas africanas entrando en Málaga

La zona de Málaga, aunque amenazada por el frente nacionalista que iba desde Alhama de Granada, pasando por Antequera y Ronda, hasta Manilva en la costa (ya que el pueblo de Estepona, ocupado en octubre, había sido abandonado después), estaba portegida por las numerosas cumbres de la cadena de montañas que la ciñe, con elevaciones de casi 1900 metros, que ofrecían óptimas posiciones sucesivas de defensa, y atravesada por escasas y difíciles vías de comunicación.

Hasta entonces se había maniobrado en dirección a Málaga solamente desde Algeciras y La Línea a lo largo de la costa; a partir de aquel momento el ataque, aun cuando se continuaba en aquella dirección, debía efectuarse también concéntricamente desde la susodicha línea Ronda-Alhama de Granada a través de los montes de la cadena Penibética, cuidando no sólo de apoderarse de la ciudad y el puerto, sino también de cortar las comunicaciones entre Málaga y Almería, así como de aislar y capturar, a ser posible, a la nutrida guarnición miliciana de Málaga, estimada, muy exageradamente, en cuarenta mil hombres. en la operación debía intervenir la flota.

El general Queipo de Llano, jefe de la sublevación en Andalucía, debería asumir el mando de la operación; disponía para ello de quince a veinte mil hombres. Y la inició el 10 de enero, preocupándose ante todo de emprender y hacer progresar el avance por la costa y de adoptar, en último término, el mencionado procedimiento envolvente para hacer caer, una tras otra, las posiciones rojas entre Manilva y Málaga. Un grupo de fuerzas, a través de la sierra de ronda, y pasando entre sierra Bermeja y la sierra de las Nieves, se dirigió a San Pedro de Alcántara, para situarse detrás de Estepona.

Mientras que este grupo ganaba terreno, otro llegaba el 14 desde Manilva por la costa. Al mismo tiempo, tres cruceros, que el día anterior habían aparecido ante Málaga (en uno de los cuales, el Canarias, había embarcado el general Queipo de Llano) intentaron un desembarco entre Estepona y Marbella. Tropas rojas motorizadas se opusieron a tal tentativa que, por otra parte, tenía un simple carácter demostrativo. Entretanto, las columnas de tierra emprendieron simultáneamente el ataque. Los defensores de Estepona abandonaron la ciudad; consiguieron huir, pero sufrieron grandes pérdidas bajo el fuego de la flota y de la aviación.

Los efectos de la batalla en Málaga

Se prosiguió el avance a lo largo de la costa. El 17 fue tomada Marbella tras débil resistencia. Los rojos, no obstante, se dispusieron a una nueva defensa en la línea Ojén-Fuengirola.

Entretanto, el 18, otra columna inició el avance desde Alora en dirección a Málaga por el valle del Guadalhorce. Los rojos advirtieron el grave peligro que corría Málaga, aun sin llegar a darse perfecta cuenta todavía del movimiento envolvente por el norte y nordeste. El gobierno de Valencia envió cuatro mil hombres de refuerzo de las brigadas internacionales, en camiones, desde Alicante. el general ruso Goriev convocó en Barcelona y Madrid para acordar el envío de refuerzos a Málaga desde las tres zonas.

El avance, proseguido hacia el sur, encontró una tenaz resistencia en la antedicha línea Ojén-Fuengirola, y se detuvo temporalmente. El general Queipo de Llano, para engañar al enemigo hizo correr el día 22 la voz de que la operación debía considerarse terminada con la toma de Marbella, y que por eso había vuelto a Sevilla.

Pero mientras tanto, en la tarde misma del 22, la columna extremo-oriental del valle del Genil procedente de Loja, salíó de Alhama hacia la sierra Tejeda, donde los rojos ocupaban fuertes posiciones en Ventas de Zafarraya. Al mismo tiempo, una columna intermedia, al este de sierra Bermeja, amenazaba la retaguardia de los defensores de Ojén. El 4 de febrero, las posiciones de Ojén fueron tomadas, mientras los barcos de guerra bombardeaban Fuengirola y otros puntos costeros. La resistencia roja en Fuengirola continuó, pero el avance de otra columna desde Coín obligó a los defensores, el día 6, a abandonarla.

El mismo día 6 se inició el avance decisivo contra Málaga por el norte mediante una columna totalmente motorizada y precedida por carros de asalto exploradores (grupo central, elemento principal de penetración) que desde Loja entró en Alfarnate, mientras otras dos columnas de infantería, a sus flancos, avanzaban desde Antequera y Alhama. La columna central se encontró con un importante atrincheramiento al norte de Alfarnate, pero su fuego de artillería obligó a los rojos a abandonarlo, aun antes de que la infantería, precedida por las unidades motorizadas, tuviese que intervenir. Después de reparada la carretera, que los rojos habían cortado, se procedió al ataque contra las posiciones d Alfarnate, densamente guarnecidas, obligando al enemigo a abandonarlas. La columna procedente de Antequera hizo sensibles progresos en dirección a Villanueva de la Concepción. La procedente de Alhama encontró una tenaz resisitencia en Ventas de Zafarraya. El día 7, los defensores de Ventas fueron arrollados tras una dura lucha; las otra dos columnas, sin encontrar resistencia notable gracias a la sorpresa, alcanzaron, respectivamente, Almogía y Comares.

La columna oriental, entretanto, proseguía el avance desde Ventas en dirección a Vélez-Málaga. Desde el mar, los tres cruceros y otros barcos menores bombardeaban Málaga y Vélez-Málaga; los navíos rojos refugiados en el puerto de Cartagena, en vez de acudir, permanecieron inactivos.

Al mismo tiempo, la columna que operaba a lo largo de las costa avanzó desde Fuengirola hasta el puente sobre el Guadalhorce, en Torremolinos, a ocho kilómetros escasos de Málaga.

Los rápidos progresos de toda la columna y especialmente la amenaza por parte de la columna oriental que operaba sobre Vélez-Málaga provocaron el pánico en la capital; ello explica por qué los jefes de las fuerzas rojas se alejaron de la ciudad. Una larga columna de fugitivos salió, por todos los medios posibles, en dirección este, hacia Almería.

en la mañana del día 8, la flota nacionalista desembarcó tropas en torre del Mar para cortar el camino a los fugitivos, pero éstos ya la habían sobrepasado en su mayoría. Entre el 10 y el 12 las tropas de varias columnas irrumpieron en Málaga, encontrando resistencia por parte de un millar de hombres armados que quedaban aún.

La operación, bien concebida y brillantemente efectuada, no había alcanzado el objetivo de poner totalmente fuera de combate a la numerosa guarnición de Málaga. Se habían capturado, no obstante, casi diez mil prisioneros, doce cañones, varias ametralladoras, un tren blindado, abundantes depósitos de materiales y mercancías, y se había arrebatado a los rojos un importante puerto, ventajoso para la flota nacionalista. en la operación habían participado las mejores tropas marroquíes de Queipo de Llano; a su lado, cerca de un millar de voluntarios italianos desembarcados en Cádiz entre diciembre y enero: "camisetas negras", veteranos de la guerra mundial, mutilados, cuya intervención era plenamente justificada dada la presencia en las filas rojas de fuertes contingentes internacionales, índice de la decisión de la Komintern de instaurar en la Península Ibérica un centro de infección bolchevique.

Los legionarios italianos, con su generosa sangre, habían contribuido eficazmente a la victoria: los partes publicados por nuestros periódicos a fines de mayo de 1937 señalaron los nombres de 99 caídos y más de cuatrocientos heridos. En los días sucesivos, el avance a lo largo de la costa prosiguió gracias a una columna motorizada que ocupó Motril (a 80 km. al este de Málaga) el 12 de febrero, y media carretera entre Motril y Almería. Las otras tropas iniciaron el reconocimiento de la extensa región ocupada, donde quedaban numerosos grupos en desbandada.

En este sector fueron suspendidas las operaciones. Mientras tanto se hallaba ya en curso en el sector meridional del teatro de operaciones madrileño otra importante operación ofensiva, que pudiera denominarse "el avance del grupo Varela sobre el sureste de Madrid"."

Complementando este relato, a continuación reproducimos un alegato, esta vez comunista, publicado en "Guerra y revolución en España, 1936-1939 ":

"Uno tras otro habían fracasado los golpes directos de los facciosos contra Madrid. El heroísmo individual y de grupo, del que tantas pruebas habían dado los milicianos en todas partes desde el 18 de julio, ese heroísmo disperso, se había transformado en el frente del Centro en heroísmo organizado, en un potente heroísmo de masas, cimiento moral del muro infranqueable que defendía la capital de España.

Pero los franquistas no cejaban en su empeño de tomar Madrid.

Gracias a las ayudas de Alemania y a la llegada de las unidades motorizadas italianas (que usurpando un calificativo que no les correspondía eran llamadas Cuerpo de Tropas Voluntarias, C.T.V.), desembarcadas en el sur de España, los franquistas y sus protectores consideraban ya en enero de 1937 que "las perspectivas de éxito militar eran en adelante mucho más favorables en conjunto".

En vista de ello, el mando franquista, inspirado por los estados mayores alemán e italiano, concibió un plan estratégico de ofensiva muy ambicioso, en cuyo pensamiento operativo se hallaban ligadas diferentes acciones en Andalucía primero, e inmediatamente después en el Centro.

Las fuerzas italianas-informaba el embajador alemán en Roma a su ministro, el 13 de enero de 1937- deben en el plazo de diez o quince días ejecutar una ofensiva relámpago contra Málaga, que servirá de base a Italia para sus operaciones futuras en todas direcciones.

Otro telegrama del mismo embajador, del 8 de febrero de 1937 (día de la toma de Málaga), precisaba cuáles, a juicio de los italianos, deberían ser las primeras de esas "operaciones futuras en todas direcciones" en esta forma:

Era preciso explotar el efecto moral producido por ese éxito marchando adelante, primero en dirección hacia Almería, para desencadenar en seguida, en cuanto fuera posible, la ofensiva al nordeste de Madrid, hacia Teruel y Valencia.

El frente republicano de Málaga se extendía en un arco de unos 200 kilómetros de longitud sobre la costa mediterránea, desde la región de Estepona al oeste, hasta la de Orgiva-Motril al este, pasando por las alturas del sur de Granada, Loja, Antequera y Ronda. Lo abrupto del terreno en la retaguardia del frente facilitaba su defensa.

Como resultado de unas operaciones previas de las fuerzas franquistas, realizadas a lo largo de la carretera de Algeciras a Málaga y en el sector de Granada, aquéllas ocuparon, en la segunda mitad de enero, Marbella y Alhama de Granada, como bases de partida de la ofensiva posterior contra Málaga.

El día 5 de febrero la desencadenaron en dos direcciones: a lo largo de la costa desde Marbella, y desde la región Antequera-Loja-Alhama. En esta última se hallaban acantonadas las unidades italianas que constituían las fuerzas principales de la ofensiva fascista. Al frente de las tropas italianas, Mussolini colocó al general que había sido su colaborardor directo, desde el principio de la guerra, en la organización de los envíos a Franco: el general Roatta, que anteriormente había sido el jefe del espionaje militar italiano.

Las unidades republicanas que defendían el frente de Málaga, una serie de batallones y de pequeñas columnas milicianas, con un efectivo total de unos quince mil hombres, se hallaban a los siete meses de guerra casi en el mismo precario estado de organización que al comenzar la contienda.

Poco antes de desencadenarse la ofensiva franquista, el subsecretario de guerra republicano, general José Asensio Torrado, había hecho nombrar jefe militar del frente de Málaga al coronel Villalba.

Asensio, como ya hemos visto en otras ocasiones, era el brazo derecho de Largo Caballero en el Ministerio de la Guerra y decidía, de hecho en todas las cuestiones militares, incluso en las relativas a operaciones que no eran de la competencia de su cargo de subsecretario, sino de las del jefe del Estado Mayor Central, cargo que desempeñaba a la sazón el general Toribio Martínez Cabrera.

No desconocía Asensio las dificultades que iba a encontrar el coronel Villalba en el mando de un sector como el de Málaga, que el general daba por perdido y al que no pensaba prestar la debida ayuda.

Faltaban en Málaga medios de defensa y al Ministerio de la Guerra, en Valencia, llegaban apremiantes peticiones de armamento y munición. Pero Asensio les daba la callada por respuesta y aconsejaba al ministro que los armamentos, que en ese período llegaban de la Unión Soviética, fueran repartidos entre los diversos frentes, sin tener para nada en cuenta el de Málaga.

No es de extrañar que en las condiciones así creadas en ese frente, la ofensiva... se desarrollase con facilidad y rapidez, pese al heroísmo mostrado en la defensa por muchos combatientes.

Las fuerzas de tierra del adversario, con efectivos equivalentes a los de cuatro divisiones, apoyadas por la aviación..., que tenía superioridad absoluta en el aire, avanzaron hacia la capital andaluza. La ofensiva también estaba apoyada desde el mar por la artillería de los cruceros franquistas Baleares y Canarias. El acorazado "de bolsillo" alemán Graf von Spee vigilaba para evitar cualquier ataque por sorpresa que pudiera haber intentado contra aquéllos la escuadra republicana.

Facilitó también la conquista de Málaga... la traición de dos oficiales profesionales, Romero y Conejo, que, encargados de las fortificaciones, se pasaron al enemigo.

Las unidades motorizadas italianas ocuparon Vélez-Málaga el 7 de febrero. Merced a la intervención directa del diputado comunista por Málaga, doctor Bolívar, dos batallones comunistas fueron enviados rápidamente desde Motril a unas posiciones al norte de Málaga que ocuparon y defendieron con valentía.

-Los dos batallones comunistas se baten bien en el Viento y obligan a las vanguardias voluntarias a una serie de asaltos violentos- reconoce el historiador franquista Aznar.

Diezmados y aplastados por la superioridad numérica y de fuego del adversario, los batallones tuvieron que batirse en retirada y el 8 de febrero los italianos ocuparon Málaga.

Según las declaraciones hechas por diversos testigos, unos cuatro mil ciudadanos fueron ejecutados durante la primera semana.

Siguiendo el plan del general italiano Roatta, las fuerzas italianas y franquistas continuaron su ofensiva el día 9 en dirección hacia Almería.

Ante el avance, miles de habitantes de Málaga y su provincia huyeron por la carretera de la costa. Esta se llenó de fugitivos. Muchos (sic) de ellos cayeron segados por las bombas y las balas de la aviación que los perseguía en vuelo rasante y por los proyectiles que tiraban los cañones de grueso calibre de la flota franquista.

Llegaron, al cabo, los primeros refuerzos republicanos: la 6º Brigada mandada por el comandante Gallo. Estas tropas fueron reforzadas con otra brigada y con algunos batallones de la 13 Brigada internacional. Con ellas contraatacaron los republicanos y fijaron definitivamente al enemigo al este de Motril, sin permitirle realizar su propósito de apoderarse de Almería.

Los italianos presentaron la toma de Málaga como una victoria propia. Mussolini anunció el ascenso de roatta a general de división.

En la zona republicana, la pérdida de Málaga provocó la indignación popular. Una grandiosa manifestación tuvo lugar en Valencia ante la presidencia del Consejo de ministros. La exigencia de responsabilidades fue tan general e intensa que Largo Caballero se vio obligado a pedir a Asensio que presentase su dimisión del cargo de subsecretrio de Guerra.

El coronel Villalba fue procesado y condenado a una pena de reclusión temporal por negligencia. Por el mismo motivo, fueron encausados los generales Asensio y Martínez Cabrera. Asensio no volvió a ocupar puesto militar hasta el final de la guerra, Martínez Cabrera fue absuelto y Villalba puesto en libertad más tarde. Ambos desempeñaron posteriormente varios encargos militares."

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