jueves, 17 de septiembre de 2009

Una Paradoja Feroz en el Aprendizaje



Hay una paradoja feroz en la médula de todo sistema escolar. Una sociedad necesita impartir el conocimiento de sus códigos a sus ciudadanos, de modo que puedan desempeñarse activamente en ella; pero el conocimiento de ese código, más allá de la simple habilidad para descifrar un eslogan político, un anuncio o un manual de instrucciones básicas, permite a esos mismos ciudadanos cuestionar esa sociedad, desvelar sus males y tratar de remediarlos. El mismo sistema que permite funcionar a una sociedad ofrece el poder para subvertirla, para bien o para mal. Por lo que el maestro, la persona designada por la sociedad para descubrir a sus nuevos miembros los secretos de sus vocabularios compartidos, se convierte de hecho en un peligro, un Sócrates capaz de corromper a la juventud, alguien que debe, por un lado, seguir enseñando sin temor y, por otro, someterse a las leyes de la sociedad que le ha asignado ese puesto; someterse incluso hasta el extremo de la autodestrucción, como fue el caso de Sócrates. Un maestro está preso una y otra vez en este dilema: enseñar a fin de hacer que los estudiantes piensen por su cuenta, pero enseñar, también, según una estructura social que impone un freno al pensamiento. La escuela, en el mundo de Pinocho como en el nuestro, no es un campo de entrenamiento para convertirnos en niños mejores y más plenos, sino un ámbito de iniciación al mundo de los mayores, con sus convenciones, requerimientos burocráticos, acuerdos tácitos y sistema de castas. No existe algo parecido a una escuela para anarquistas y, sin embargo, todo maestro ha de enseñar anarquismo, debe enseñar a los estudiantes a cuestionar las reglas y normas, a buscar explicaciones en el dogma, a enfrentarse a las imposiciones sin caer en el prejuicio, a exigir autoridad de quienes detentan el poder, a encontrar un lugar desde el que expresar sus propias ideas, incluso si ello significa enfrentarse con, y en última instancia desembarazarse de, su maestro.

3 comentarios:

  1. El anarkismo no puede enseñarse.es innato a la raza humana.Nace con uno y se va desarrollando desde la mas "tierna infancia".Luego, el entorno,miedoso y ausente de libertad,va labrando en los cerebros,la incapacitacion del ser humano para gobernarse a si mismo.Craso error.Uno "no se hace"anarka.No es una posicion politica,es un constante estado de libertad en ebullicion que no quiere ser apagada.


    Luz de la Exx Periencia

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  2. "...es un constante estado de libertad en ebullición que no quiere ser apagada."

    Suscribo sin remedio tanta belleza hecha definición (libre)...

    Se me ocurre que una vez conocido y disfrutado, esa llama es inapagable, porque ya está grabada en tu vida, tu biología, y por tanto permanentemente contagiada con la gran llama que libre recorre la humanidad entera con más o menos fuerza. Esa consciencia de unión con el todo, tan característica del anarquismo, al darte consciencia de la unidad te da también (consciencia de) fuerza...!

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  3. Es más, no se trata de llevar a cabo una estadística constante de: ¿Cuantos están conmigo en este sentido anarca de la consciencia, o cuantos están "contra" mí...? Y a raíz de ahí estar más o menos optimista...

    El concepto de unión con el todo arrastra a el todo de forma que ya deja de haber "buenos y malos", sino diferencias y diversidades en el aprendizaje y en la impecabilidad de la acción...

    Entonces esa consciencia de unión con el todo no hace distingos, con lo que se experimenta un proceso de consciencia de la unión sin distingos, esto es, independiente (e interdependiente) del cariz que tomen los acontecimientos,o de las aparentes perspectivas u opiniones que tengamos en un momento dado...

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yesyukan