viernes, 25 de septiembre de 2009
Es la Felicidad, idiotas
¿Cuántos economistas tenemos en este país que no estén fanatizados por esa aberración del Producto Interior Bruto (el PIB) y sólo traten de medir la esencial y siempre olvidada Felicidad interna Bruta (FIB)
Lo verdaderamente insoportable de la última crisis económica es que todavía no tiene nombre y encima no se entiende un pijo por mucho que todos los días intenten analizarla en los telediarios y de manera contradictoria. Con “la crisis del petróleo”, las cosas estaban muy claras desde el principio e inmediatamente después vinieron para aclararla las invasiones militares del Oriente Medio. Y con la crisis global siguiente, la de la llamada “burbuja tecnológica” de finales del siglo pasado, con ser una crisis endiabladamente abstrusa desde un país carente del mínimo ADSL, al final logramos entender algo de aquel apocalipsis tecnológico-financiero que habían causado las insensatas start-up y que encima tuvo aquí su lado positivo: por fin nos enganchamos a Internet y somos ahora líderes mundiales en descargas ilegales.
Ahora bien, hay tantos nombres y tan distintos en el mercado de las opiniones expertas para llamar con rigor a esta última crisis económica, que hace falta ser un fino analista de la prestigiosa escuela de estudios del BBVA para lograr entender algo. Otra cosa es que los dos partidos en campaña hayan reaccionado inmediatamente ofreciendo soluciones para capear el temporal de esta crisis sin nombre y todas relacionadas con las rebajas del IRPF. Pero a poco que observemos las promesas electorales concluiremos que los asesores económicos de nuestro bipartidismo imperfecto pertenecen todos a la misma escuela y reflejan con exactitud la perplejidad del patio nacional: tampoco ellos han entendido nada de esta crisis y lo fácil es llamarla “recesión”, como si eso dijera algo, o relacionarla con las locuras de la llamada “ingeniería financiera”, como si fueran una práctica rara. El verdadero problema, dicho sea con todo el respeto y cariño, es que tenemos a izquierda y derecha unos economistas de guardia exclusivamente formados en las artes de la contabilidad, lo que ellos llaman con énfasis “la ciencia económica”, cuyas herramientas contables, empezando por el Producto Interior Bruto y acabando por la renta per cápita, ya no registran nada interesante de lo que sucede en el mundo. Seguramente es un problema de formación académica, pero la ciencia económica moderna ha dado pasos de gigante en estos últimos tiempos. Por ejemplo, desde el penúltimo Foro de Davos ya no sólo se trata de medir los decimales del Producto Interior Bruto y toda esa retahíla de abstrusas contabilidades macroeconómicas, sino sencillamente de registrar las estadísticas de la Felicidad Interna Bruta. Y la verdadera cuestión es la siguiente. Dado que esos economistas de doble uso de la escuela dominante son exactamente los mismos e intercambiables entre el PP y el PSOE: ¿cuántos economistas tenemos en este país que no estén fanatizados por esa aberración del Producto Interior Bruto (el PIB) y sólo traten de medir la esencial y siempre olvidada Felicidad Interna Bruta, ese FIB que actualmente buscan afanosamente y con idéntico rigor economistas llamados Amartya Sen, Joseph Stiglitz o Daniel Kahneman?
Juan Cueto, Comité de Apoyo de Attac, EPS
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